Primer Caso
Ganancias con una bolsa
Mark Talucci, de 33 años, jamás olvidará aquella fiesta del supertazón celebrada en enero de 1989. Todos los invitados admiraron la bolsa de su amiga, comprada en Indonesia. Sorprendido ante esta reacción, Talucci perdió interés en el partido entre los 49's y los Broncos y, con aire indiferente, pregunto a las 50 personas en la fiesta para saber la razones por las cual la bolsa les había gustado tanto.
Fascinado ante la respuesta, decidió lanzar la empresa de bolsas The Sak, en San Francisco, en sociedad con su amigo Todd Elliott. Talucci renunció a su puesto de ingeniero para instalar el negocio en su cochera. Unieron sus ahorros en un total de $180,000 pesos, y viajaron a Bali para fabricar bolsas.
Fascinado ante la respuesta, decidió lanzar la empresa de bolsas The Sak, en San Francisco, en sociedad con su amigo Todd Elliott. Talucci renunció a su puesto de ingeniero para instalar el negocio en su cochera. Unieron sus ahorros en un total de $180,000 pesos, y viajaron a Bali para fabricar bolsas.
Fue una decisión precipitada, pues ni Talucci ni Elliott tenían la menor idea de cómo fundar una empresa y menos aún de bolsas. Sin embargo, estaban seguros de tener un producto fantástico entre manos.

El resultado es una empresa que alcanzó ventas por cerca de US$40 millones en 1998. Las bolsas de Talucci se venden en la mayoría de los grandes almacenes y boutiques de Estados Unidos.
Al recordar los inicios, Talucci no se arrepiente de nada.
Admite que su decisión fue impulsiva, pero, por otro lado, no tenia nada tenía que perder. Lo único en juego era un poco de tiempo y $90,000 pesos "y supuse que era un riesgo que bien valía la pena", dice sonriente. Y acertó.
Segundo Caso
Eso yo lo puedo superar
En 1992, Cynthia McKey era una joven abogada en Denver aferrada a la idea de formar una clientela corporativa que le rindiera jugosas ganancias. Pero esta actitud cambió cuando su esposo recibió una canasta de regalo de su madre.

Cynthia se impresionó al enterarse de que la humilde canasta con golosinas, papas fritas y otros alimentos chatarra había costado US$50.¡Qué desfachatez! ¡Qué robo. Su primer pensamiento fue que podría preparar una mejor canasta, pues además de que la que había recibido no contenía nada sustancioso, los productos estaban puestos sin ton ni son, sin toque artístico alguno, lo cual consideró muy ofensivo.
Cynthia ideó su canasta de regalo sólo un día antes de lanzarse a la acción. Al cabo de 24 horas había renunciado a su empleo, escrito precipitadamente las bases generales de un plan comercial en el reverso de una servilleta y registrado la razón social de Le Gourmet Gift Basquet, Inc.

Hoy, Cynthia recuerda que fue muy ambicioso pensar en el éxito de este proyecto. En la actualidad, a los 43 años, afirma que, para empezar, no sabía nada de ventas al menudeo ni de empresas creativas e ignoraba la competencia a la cual habría de enfrentarse. Por ejemplo, jamás se le ocurrió revisar datos demográficos.
Tras trabajar casi las 24 horas del día, consiguió que su negocio fuera rentable al cabo de seis meses de operación. En 1996 vendió franquicias y ahora cuenta con 225 establecimientos en todo Estados Unidos.
La ignorancia fue, sin duda, una bendición. Admite que si hubiera pensado racionalmente, tal vez jamás se habría lanzado. Es más, agradece no haber sido tan pragmática.